«A partir de hoy, ya no está obligado a llevar una mascarilla ni a mostrar su pase. ¡Todos lo estábamos esperando!», tuiteó el ministro de Salud de Francia, Olivier Véran, que hizo un llamado a «estar atentos» ante personas vulnerables. El uso del tapabocas se mantiene únicamente en transportes públicos y en centros de salud. En estos últimos, también deberá presentarse el pasaporte sanitario.
A un mes de la elección presidencial, el gobierno anunció a inicios de marzo el fin de estas medidas por una mejoría de la situación sanitaria. Sin embargo, en los últimos días, el número de contagios por COVID-19 aumentó.
El Instituto Pasteur estima, en su escenario más pesimista, que los contagios podrían superar los 100.000 casos diarios en marzo, una cifra elevada, pero inferior a la registrada en enero.
Pese a que un 80 % de la población cuenta con una vacunación completa, los expertos piden cautela.
Las medidas que Francia comenzó a adoptar por el fin de la mayoría de restricciones contra el coronavirus, en un contexto de cautela por un “repunte” de contagios, contrasta con las decisiones de China, que decretó el confinamiento en grandes ciudades y cierre de fábricas por brote de COVID-19.
Por su parte, China decreta confinamiento en grandes ciudades y obligó a imponer restricciones a grandes metrópolis como Shanghái.
Las autoridades de Shenzhen anunciaron el domingo el nuevo confinamiento, cuando aparecieron en la ciudad brotes relacionados con la vecina Hong Kong, donde el virus está causando estragos.
Shenzhen es una de las diez ciudades de China que se encuentran actualmente confinadas. Las autoridades sanitarias han advertido que podrían tomarse medidas aún más estrictas pese a que la política de “cero covid” de Pekín parece estar causan cansancio en la población, en particular ante la variante ómciron, con menos casos graves.